jueves, 24 de noviembre de 2011

Viva el Rey / Länge leve Kungen

En los últimos días, casualidades o no, ha aparecido el rey sueco (o su familia) en nuestras vidas. Y no es que haya venido a hacernos una visita (afortunadamente, porque tenemos la vajilla de porcelana con un poco de polvo).

En clase de sueco, el lunes pasado, era mi turno para plantear un tema que pudiésemos discutir en clase. En teoría debía ser algo relacionado con Suecia, y que pudiésemos comparar (todos los de la clase) con cómo fuese en nuestro país. Yo decidí poner sobre la mesa el tema de la monarquía, basándolo en dos preceptos: 1/ en un país con una tradición democrática tan grande, que se aplica en todos los ámbitos de la vida, es sorprendente que el Jefe del Estado no sea elegido democráticamente, y 2/ a pesar de episodios como el de la boda de la princesa Victoria (heredera al trono), que se sufragó en un 90% con dinero público (lo cual generó una gran polémica en Suecia), la monarquía tiene una aprobación en Suecia de entre el 60 y el 70%.

Un gafapastas y una princesa. Sí, es posible
El debate fue interesante aunque, como os podéis imaginar, nuestro sueco no da para profundizar demasiado en el tema. Sin embargo, la profesora (que habla un poco mejor) nos comentó que el de la boda no ha sido el único escándalo de la casa real sueca, y que (en su opinión) la popularidad de la misma anda más por el 50 que por el 70%. Bueno, es una cuestión de cifras. Lo que también nos contó es que Victoria es mucho más popular que el Rey actual, Carlos XVI Gustavo, al que tienen aquí un poco como un papanatas.

¡Mecachis!, otra vez me ha dado el tirón en la cara
También, hace dos días se publicó una noticia en la prensa sueca en relación a las cuentas de la Casa Real. Se ha aprobado en el Parlamento sueco una moción para aumentar el control y, sobre todo, la transparencia de los gastos del Rey y su familia. No lo dice en la noticia, pero imagino que es una de las consecuencias de la polémica del año pasado con la mencionada boda.

Por último, ayer estuvimos hablando sobre las tradiciones suecas (que son muchas y se las toman muy en serio, a ver si hacemos un día una entrada en el blog sobre ello, oye), y en concreto sobre el Fettisdag, una festividad sueca que se celebra el 8 de marzo y en la que es tradicional comer unos ligerísimos bollos denominados "semla", hechos con leche, huevo, harina y almendra, y bien rellenitos de nata montada.

No os engañéis: es más grande de lo que parece
Pues bien, nos contó la profesora que un rey sueco, concretamente Adolf Frederick, que reinó entre 1751 y 1771, murió tras ingerir 5 de estos bollos, todos seguiditos. Me dio mucha pena oir esto, no por el sujeto en cuestión, sino porque yo ya estaba pensando comerme cuatro o cinco el próximo fettisdag. Pero como me extrañaba que la hubiera espichado por una meriendita de nada, he estado investigando un poco y he descubierto que antes de los 5 semlas, el amigo se dio un homenaje a base de langosta, caviar, col fermentada, arenques y champán, que culminó no con 5 sino con ¡14! semlas bien mojaditos en un gran cuenco de leche tibia. El tío era un poco gañán, pero hay que reconocer que debió morir con la sonrisa puesta.

Venga chaval, ve terminando, que tengo ganas de ponerme cómodo y tomarme un tentempié





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